domingo, 24 de agosto de 2014

Horroris Vacui

Ea,

Contrariedad entre el sol y la luna. Aquél, para mi piel, éste para mis ojos.

No puedo contar el segundo, no quiero olvidar el tiempo. No recuerdo si es el viento, o el ego que llevo dentro.

¿Y si también el olvido hierve? ¿Y si el "quiero" finalmente muere?

Ea, ea niño de ojos ardientes. Observa el horror, naciente, de sus dientes.

Huele a fresno. Huele a  pimienta. Sabe a río de río, el abrazo la corriente lleva.

Quise entender, quise salir, y ver. Quise sentarme a escribir, y no pude.

Leyendo vuela, quien alas ha cosechado bien adentro. Y aterriza, si regresa, en grave tierra negra. Resulta extenso un borde, un solo roce de mi caro sobre. Envía el corazón a la cabeza; ésta no entiende qué se le presenta.

Viene el amor. Viene el fresco. Viene el invierno, roto, como el huevo.

Amo el alto vuelo, el espacio distante, y el abrazo tierno.

Allí todo existe, límpido, recolectable. Te echo de menos.

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Sobre el fuego atraviesan, mis alas el consuelo. Y elevo mi mirada, hacia el ocaso del miedo. No digas, no hables, no saques a relucir temas. No quieras saber lo que no sabes, no ames a quien no debas. No resuena, la voz, el eco, el soplido leve del tormento. No tiene, no quiere, no sabe conocer el viento.
Alto vuela la paloma, más alto el halcón viene. Y quien busca parar el tiempo, es quien el vuelo no detiene. Lanza llamas, lanza piedras, lanza cuerda para quien pueda. Pero no olvides, no temas, no sepas tanto de lo nuevo, quién de perro es muerto el viejo.

Y así, aliviando penas, y así derramado queda. Vertido sobre el fuego de una vela, quemado como quema la leña. Invierno, otoño y primavera. El sol no calienta, en la playa de verano alterna.
Sin posdata, sin prefacio y sin rémora, el libro por su conclusión se empieza. Bella historia quien quiera verla; bello mártir que espera guerra.

No mato, no vivo, no sueño por pena. No lloro, no muerdo, no vivo de alegría plena.

Contradice el corazón, lo que reposa sobre las piernas, ¡quién diga cabeza muera! muera el pecador de las caderas. Si amarte, por amarte sea. Que te ame quien quiera, sin complacencia de alguna suegra.

Amén de mis alivios, amén de sus heras. Dice el gallo de su paja: pica, pero, ¡hay, cómo calienta!