domingo, 12 de mayo de 2013

Falsabilidad e inducción en lo cotidiano


Su manifestación: el miedo y la desconfianza.

Su razonamiento: no pasa nada, hasta que pasa. Un hecho puede repetirse indefinidamente en su inocuidad. Solo es necesario que no se cumpla en una ocasión para vernos abocados al dolor.

En el riesgo, una posibilidad puede contradecir a la suerte. Pero es suficientemente honda, como para arriesgarlo. He ahí el miedo, la desconfianza.

Asimetría entre la bondad y la maldad. Mientras la primera ha de mantenerse, la segunda la contradice  puntualmente (siendo suficiente para la perfidia).

  Un acto malvado ennegrece muchos buenos; uno bondadoso no aventaja a otro perverso.

Asimetría.

Aunque cabe ubicarse Más allá del bien y el mal. Sin valoración; exclusiva estetización.

La inducción y la ignorancia. Un número finito de enunciados (argumentos) no justifican otro enunciado universal. Entre aquéllos y éste encontramos un salto injustificable. Y, aunque se fundamente en un principio de constancia o uniformidad, habría que cimentar de nuevo este enunciado universal en su condición suficiente. Así, ad infinitum.

Hegel, la ignorancia y la inducción. La universalización inductiva no se justifica. La abstracción diluye lo real, lo falsea, tomando una única propiedad en representación de las demás. Todo se explica por su parte. Ignorancia: ahí nace el -ismo. <<Politicismo>>, <<esteticismo>>, <<intelectualismo>>...


El -ismo se convierte en infalsable. No es posible una consecuencia de su concepción que la contradiga. Absorben la totalidad del discurso en su idea. Siempre son verdad (aunque sin falsedad es complicado determinar su estatus).


Si es posible falsarlos (-ismo), y aceptan la falsación, encuentran dos opciones:

(1) Incluir nociones ad hoc que justifiquen el argumento falsador.

(2) Desestimar lógicamente el testimonio enfrentado negándole la posibilidad de ser una consecuencia posible de su teoría. Simplemente no es posible contradecir(nos) porque el enunciado falsador (a) no se refiere a mí, (b) no tiene sentido.

Adueñarse del discurso: falsabilidad, inducción, ingnorancia, Hegel, -ismo.



miércoles, 8 de mayo de 2013

La Nada y el meditar

Bienvenido, bienvenidos.

La nada, el fondo mismo del ser. La entrada se guarece a la impertinencia. Su presencia no se hace patente en la angustia, hoy, sino en la ansiedad. La nada solo precisa de una cosa para nadear: nada. Por eso existe una única vía que pueda llevarnos ante ella, con ella, sobre ella: la nada. Sin embargo, Nada y nada coinciden, medio y fin (telos) se identifican. ¿Cómo, pues, dar un paso hacia el nadear, así en pasividad, si precisamente el <<dar un paso>> sugiere lo contrario? No es posible producir Nada, porque necesitaríamos nada para nadear. Todo en ella es ajeno a sí, a excepción de sí misma. Pero óigase bien, sí misma es yo mismo, siendo.


Y aquí es donde las enseñanzas búdicas registrar su occidentalización. Sí, estamos suspendidos en la nada y sólo con nada es posible alcanzarla. ¿Mente blanca? Incluso ésta posee haber: luz, foco. Todo lo mental se coloca enfrente, siempre ahí, en su totalidad del concepto. Es necesario soslayar esta realidad nuestra y acceder a un pellizco de nada, sin nada que la atormente.

Ese es el pequeño regalo del meditar: buscar en sí un atisbo de nada.

El hilo de Ariadna es la nada, por la nada, para la nada; en la nada.