miércoles, 8 de mayo de 2013

La Nada y el meditar

Bienvenido, bienvenidos.

La nada, el fondo mismo del ser. La entrada se guarece a la impertinencia. Su presencia no se hace patente en la angustia, hoy, sino en la ansiedad. La nada solo precisa de una cosa para nadear: nada. Por eso existe una única vía que pueda llevarnos ante ella, con ella, sobre ella: la nada. Sin embargo, Nada y nada coinciden, medio y fin (telos) se identifican. ¿Cómo, pues, dar un paso hacia el nadear, así en pasividad, si precisamente el <<dar un paso>> sugiere lo contrario? No es posible producir Nada, porque necesitaríamos nada para nadear. Todo en ella es ajeno a sí, a excepción de sí misma. Pero óigase bien, sí misma es yo mismo, siendo.


Y aquí es donde las enseñanzas búdicas registrar su occidentalización. Sí, estamos suspendidos en la nada y sólo con nada es posible alcanzarla. ¿Mente blanca? Incluso ésta posee haber: luz, foco. Todo lo mental se coloca enfrente, siempre ahí, en su totalidad del concepto. Es necesario soslayar esta realidad nuestra y acceder a un pellizco de nada, sin nada que la atormente.

Ese es el pequeño regalo del meditar: buscar en sí un atisbo de nada.

El hilo de Ariadna es la nada, por la nada, para la nada; en la nada.


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